El liderazgo no es una competencia común. Jefes y administradores hay muchos, y se dedican a exprimir el talento de la gente, a la vez que exprimen autoestimas, relaciones familiares, destellos de felicidad y hasta ganas de vivir.
Los líderes, por el contrario, inspiran y potencializan el talento, despertando conciencias y dándoles todo aquello que los malos jefes acaban arrebatando. Por ello las políticas de «palo y zanahoria» pueden generar resultados de momento, pero finalmente destruyen en el proceso muchos de los recursos, incluyendo el humano.
Las organizaciones existen para crecer, dar utilidades y perdurar, y esa larga duración significa más crecimiento y rentabilidad. Para lograrla, la cohesión de los miembros de la empresa no puede basarse únicamente en números y competencia, balances, gritos e, incluso, insultos. Los buenos resultados son consecuencia del liderazgo, del sentido humano del negocio, del aprendizaje construido con errores y estudio y de la inspiración que trae ganas de progresar, servir y dar lo mejor de cada persona.
Mario Puig, médico y gran experto internacional en estos temas, nos recuerda que, si bien no es fácil liderar en mercados cambiantes y competidos, es algo posible, puede aprenderse, es la mejor decisión y que, citando a Nietzche, «quien tiene un porqué, encuentra un cómo».